06 septiembre 2024, 21:33 PM




Quiero que quieran todo

Quiero que quieran todo

Por Manuela Herrera

A Chiara Páez, catorce años, desaparecida hacía días, la encontraron el 11 de mayo de 2015. Acá podría decir que la encontraron muerta, pero limitarme a utilizar esa frase de dos palabras sería esconder una verdad punzante y cargada de indignación: a Chiara la mató a golpes su novio y la enterró en el patio de sus abuelos. Tenía un embarazo de tres meses. Y ¿por qué deberíamos tener que esconder en diferentes usos del lenguaje aquello que nos llena de ira? Si después de todo indignarse es un arma poderosa. ¿Necesitan pruebas? Hace seis años, después de escuchar esta noticia, diez periodistas y comunicadoras sumamente indignadas empezaron a organizar la primera gran marcha masiva contra los femicidios en Argentina, la primera bajo la consigna Ni Una Menos. De la indignación nació la reivindicación de la lucha conjunta.

Acá podría enumerar múltiples y diversos motivos por los cuales podríamos sentir una rabia profunda. Lo resumo en uno: en Argentina en 2020 hubo un femicidio cada 35 horas. En realidad no, mejor lo resumo en dos, y agrego este otro, más subjetivo y menos estadístico, mi mantra personal para la indignación: en la sociedad actual las mujeres no podemos quererlo todo.

Por supuesto que existen distintos tipos de no poder quererlo todo. Por ejemplo, como mujer sé que poco sirve querer caminar sola de noche sin miedo a que me pase algo, cuando según la ONU el 72% de víctimas de trata a nivel mundial son mujeres y niñas. Tampoco podría querer ganar el mismo sueldo que un hombre, cuando en septiembre pasado en Argentina -y sólo entre los trabajadores registrados- la brecha salarial fue de un 16,4%. ¿Y si quiero decidir sobre mi propio cuerpo? Al menos 200 millones de mujeres y niñas de 15 a 49 años en el mundo han sido sometidas a la mutilación genital femenina. Y la lista sigue.

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Por eso en este sexto aniversario del primer Ni Una Menos no sólo me parece necesario recordar todo aquello que nos genera rabia, sino también dar un paso más hacia la reivindicación. En Un Cuarto Propio Virginia Woolf se imagina qué hubiera sucedido si Shakespeare hubiera tenido una hermana mujer, igual de talentosa que él. El desenlace no resulta demasiado sorpresivo: probablemente hubiera terminado por suicidarse, apesadumbrada por no poder escribir en un mundo donde su única función posible era casarse y parir hijos. Pero el planteo de Woolf va más allá, y es justamente en esto donde me gustaría detenerme para adherir a su pedido. En el final del libro -y perdón por los spoilers– esta autora plantea que la hermana silenciada de Shakespeare vive en muchas mujeres y que justamente es en todas ellas donde es posible darle una nueva oportunidad. Y dice: “no podemos esperar que venga si no nos preparamos, si no nos esforzamos, si no estamos decididas a que, cuando ella vuelva a nacer, pueda vivir y escribir su poesía“.

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Hace unas semanas mientras daba apoyo escolar en el barrio La Cava me detuve un rato a mirar a dos de las niñas que vienen todos los viernes, dos hermanas ruidosas y ocurrentes de nombre Yazmín y Nahiara. Yazmín dice que cuando sea grande quiere ser azafata y Nahiara haciendo muchos tiktoks es feliz. Mirándolas resolver ecuaciones y repasar textos del libro de Naturales se me vino un pensamiento: “quiero que quieran todo“. Quiero que estas dos nunca sientan que por ser mujeres, y encima mujeres que viven en un barrio popular, no pueden querer algo. Quiero que sueñen lo que se les cante, que construyan esos sueños. Quiero estar ahí para verlas cuando los hagan realidad. Aunque todavía falta recorrer un largo camino para que sea posible, quiero que puedan soñar libres, que jueguen a olvidarse que existen los límites. Quiero que Yazmín y Nahiara quieran todo.

Así que creo que hoy puede ser un día de muchas cosas, pero principalmente hoy es un día para ser categóricas e intransigentes con una cuestión en particular: elegir seguir luchando. Se lo debemos a muchas que nos antecedieron. Se lo debemos a muchas que no tienen las mismas oportunidades. Nos lo debemos. A todas ellas y a nosotras mismas nos debemos luchar hasta nunca más sentir que no podemos querer algo por ser mujeres.

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