Con sahumos ancestrales y caracolas sagradas, celebraron la Pachamama en la Isla Martín García
Integrantes de pueblos originarios y habitantes de la isla participaron de la ceremonia en ese lugar considerado una “joya ambiental” en medio del Río de la Plata.
El Instituto Cultural de la provincia de Buenos Aires organizó por segundo año consecutivo la ceremonia a la Pachamama en el marco de una política de reparación histórica. La celebración ancestral fue encabezada por Tayta Wari Rimachi y Mamay Kantuta Killa, integrantes del Consejo de Amautas indígenas (guías en espiritualidad) del Tawantinsuyu.
La semana pasada, esta pareja de referentes de la comunidad originaria Ayllu Mayu Wasi, ubicada en la localidad bonaerense de Villa Martelli, fue objeto de comentarios discriminatorios en un programa de televisión, un hecho que generó repudio masivo y derivó en una denuncia ante el Instituto Nacional contra la Discriminación, la Xenofobia y el Racismo (Inadi).
Ceremonia ancestral
Apremiados porque llegaba el mediodía, uno de los mejores horarios para hacer la ceremonia ancestral por la posición solar, Kantuta y Wari empezaron a acomodar en cuencos las ofrendas que integrantes de diversos pueblos originarios y afrodescendientes, junto a autoridades del gobierno bonaerense y pobladores de la isla les entregaban.
Para participar, primero había que lavarse las manos con unas gotas de agua con un perfume de flores que impregnaba el aire y despertaba los sentidos.
Bananas, manzanas, nueces, chocolates, zapallo, maíz, yerba, plantas medicinales, y hojas de coca fueron algunas de las ofrendas, mientras que no se podía ofrecer ajo, picantes ni limón porque es una ceremonia para “endulzar” y dar alegría.
“¿Quién va a ser el guardián del cacao?”, preguntó a la multitud Kantuta, quien usaba un vestido rojo ceremonial conocido como unku y cubría su cuerpo una manta negra.
La pareja comenzó a soplar las caracolas sagradas (Phututu) y pidió a los presentes que saludaran con las manos levantadas en las cuatro direcciones norte, sur, este y oeste girando en sentido contrario a las agujas del reloj, para después elevar la mirada al universo, y por último, agacharse para poner las manos en la tierra.
“Esta ceremonia permite conocer la Argentina que queda con una cultura tradicional. No hay superiores ni inferiores. Es conocernos más como argentinos”, aseguró Wari.
Y luego Kantuta remarcó: “La tierra ya ha descansado y ahora en los campos se van a abrir los surcos para la siembra. Y estos procesos también pasan por nuestros cuerpos. Vamos a agradecer por todo compartido y vamos a pedir por el ciclo que viene”.
Los asistentes formaron una ronda para armonizar energías, y la pareja quemó en un cuenco palo santo y hojas de qowa, una planta que crece a 3.000 metros de altura en Los Andes.
Para sanar las malas energías, Kantuta sahumó uno por uno a todos los presentes mientras Wari tocaba un quenacho, una quena de mayor longitud que componía una música ancestral para alinear los latidos del corazón con el pulso de la Pachamama.
Luego se entregaron las ofrendas al pozo, en grupos de a cuatro personas, conformados por dos hombres y dos mujeres, siguiendo el principio de la dualidad.
Pidiéndole a los apus (espiritus, en quechua), los grupos fueron rotando para entregar las ofrendas al pozo que tenía la profundidad del largo de un brazo.
Mientras flameaban wiphalas como emblema de los pueblos andino y bajo el canto triunfal de “Haylli, Haylli”, Wari pedía a los presentes mantener una sonrisa.
“La verdad que es una experiencia muy emocionante. Nosotros el año pasado participamos por primera vez y pedí esto”, dijo a Télam Anisel acariciando sonriente su panza de 7 meses de embarazo junto a su pareja Cristian.
“Te saca energías malas. Se siente re liberador”, contó por su parte Eliana Herrera (20), tercera generación de pobladores de la Isla que entregó ofrendas junto a su hermano Santiago de 14, quien aseguró que se llenó de “buenas vibras”.
Identidad y lucha
En el cierre de la jornada Kantuta explicó a Télam que “con la celebración de la Pachamama estamos fortaleciendo la identidad y luchando por la descolonización a través de la espiritualidad”.
En tanto, Zulema Enriquez, de origen quechua, directora de Diversidad y Prácticas Identitarias del Instituto Cultural, dijo que la isla “tiene un montón de historia que tiene que ver con el genocidio de los pueblos originarios, pero también hay mucha historia que tiene que ver con el presente de los pueblos originarios que hoy existen, que estamos vivos, y que aportamos con nuestra cultura a la diversidad y a la identidad bonaerense también”.
Además, participaron el director de Gestión Integral de Islas del Delta e Isla Martín García, Diego Simonetta; el director provincial de Políticas Culturales, Leonardo Parigi; el director General de Pueblos Originarios del municipio de Quilmes, Julio Sosa; el vicepresidente del Instituto Nacional de Asuntos Indígenas (INAI), Luis Pilquimán, entre otros.
Fuente consultada: Milagros Alonso para Télam | Ph Pablo Añeli
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